Un viejo campesino calabrés llegó a casa de sus hijos en Milán para someterse a una revisión médica. Allí descubre su último afecto, una criatura en la que volcar su ternura: su nieto, que se llama Bruno, como a él le llamaban sus camaradas partisanos; y vive también su última pasión: el amor de una mujer que iluminará la etapa final de su vida concediéndole toda su plenitud. Una bellísima novela sobre el eterno tema del amor, con la verdad que ofrece un conocimiento profundo del alma humana.
Que puedo decir sobre este libro: solamente que me cautivó. Me encanta esta portada en la cuál ya podemos ver a los dos personajes principales aunque algunos secundarios también son importantes.
El viejo se tiene que desplazar a Milán por una revisión y aunque él no quiere debe de hacerlo ya que tiene cáncer (La rusca, como él lo llama) y allí su vida cambia por completo al conocer a su nieto y encuentra también al amor. Por su nieto lucha contra su enfermedad hasta el último momento.
El personaje principal, el viejo Salvatore es genial. Su peculiar forma de hablar y expresar sus ideas es divertida. En ocasiones se me hizo un poco pesado cuando Salvatore cuenta historias pasadas sobre la guerra, pero estás deseando seguir para ver que ocurre después. Es una novela que me enganchó mucho y más por ese amor entre abuelo e hijo por encima de todo.
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